Según Hamer, nuestros conflictos biológicos
(concepto clarificado en la entrada anterior Los conflicto biológicono son conflictos emocionales) son los que nos llevan a desarrollar
enfermedades, tanto a nivel físico como mental y existen, según
este médico alemán, 5 criterios que favorecen la aparición de
enfermedad en nuestro cuerpo, como lo vimos en la entrada Condiciones que precipitan la enfermedad.
El primer criterio lo analizamos en la entrada
¿Qué hacer si nos sucede algo grave en nuestra vida? Ahora bien, el
segundo criterio de la Ley Férrea del cáncer, que se cumple según
Hamer igualmente en cualquier enfermedad similar en gravedad al
cáncer, tiene que ver con que una persona debe haber experimentado
un suceso grave, de manera muy aguda y dramática: sentir un
profundo dolor, un profundo temor, superior al que cree es capaz de
soportar. Pero, ¿tiene algún propósito ese sufrimiento?
El shock o conflicto biológico activa al instante
el sistema nervioso neurovegetativo: entra en simpaticotonía esto se
traduce en aumento del ritmo cardíaco, vasoconstricción, manos y
pies fríos, hasta no estar tranquilo de nuevo tendrá dificultad
para dormir, se alterará el apetito, mantendrá pensamientos
obsesivos, todo el tiempo tendrá la atención fija en el problema.
Toda esta reacción biológica es sensata en la
naturaleza o cuando estamos a punto de morir en una situación real
de peligro ya que necesitaríamos estar alerta y preparados para
contraatacar o escapar en estas situaciones, sin embargo nuestro
inconsciente no reconoce la diferencia entre la realidad y la
fantasía; seguro que alguna vez preocupado por alguien a quien
quieres, has imaginado que le podría suceder algo terrible y tu cuerpo
empezó a reaccionar en coherencia: aumentó tu ritmo cardíaco, se
alteró tu respiración, tientes congoja y agobio, hasta que te das
cuenta que no ha pasado nada y todo lo anterior desaparece.
En nuestro caso, podemos tener un depredador real
como un animal que nos amenaza, una coche fuera de control, o un
depredador simbólico como puede ser un familiar o un compañero de
trabajo que invade nuestro espacio de trabajo o que nos deja quedar mal
siempre que puede. En ambos casos, tanto si el peligro es real o
simbólico, reaccionamos tal como si estuviésemos a punto de ser
devorados, nuestra integridad es amenazada; y es así como a pesar de
nuestra “civilización” respondemos igual que una cebra ante un
depredador en la sabana africana.
Marcela Gallego Lopera
Psicóloga, Colg. G-05216
Consulta presencial y on-line
Cita previa: Móvil +34 625 90 63 80 / marcela@anamayapsicologia.com
www.anamayapsicologia.com
Psicóloga, Colg. G-05216
Consulta presencial y on-line
Cita previa: Móvil +34 625 90 63 80 / marcela@anamayapsicologia.com
www.anamayapsicologia.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario