noviembre 02, 2015

Dolor y sufrimiento, ¿tienen propósito?

Según Hamer, nuestros conflictos biológicos (concepto clarificado en la entrada anterior Los conflicto biológicono son conflictos emocionales) son los que nos llevan a desarrollar enfermedades, tanto a nivel físico como mental y existen, según este médico alemán, 5 criterios que favorecen la aparición de enfermedad en nuestro cuerpo, como lo vimos en la entrada Condiciones que precipitan la enfermedad

El primer criterio lo analizamos en la entrada ¿Qué hacer si nos sucede algo grave en nuestra vida? Ahora bien, el segundo criterio de la Ley Férrea del cáncer, que se cumple según Hamer igualmente en cualquier enfermedad similar en gravedad al cáncer, tiene que ver con que una persona debe haber experimentado un suceso grave, de manera muy aguda y dramática: sentir un profundo dolor, un profundo temor, superior al que cree es capaz de soportar. Pero, ¿tiene algún propósito ese sufrimiento?

El shock o conflicto biológico activa al instante el sistema nervioso neurovegetativo: entra en simpaticotonía esto se traduce en aumento del ritmo cardíaco, vasoconstricción, manos y pies fríos, hasta no estar tranquilo de nuevo tendrá dificultad para dormir, se alterará el apetito, mantendrá pensamientos obsesivos, todo el tiempo tendrá la atención fija en el problema.


Toda esta reacción biológica es sensata en la naturaleza o cuando estamos a punto de morir en una situación real de peligro ya que necesitaríamos estar alerta y preparados para contraatacar o escapar en estas situaciones, sin embargo nuestro inconsciente no reconoce la diferencia entre la realidad y la fantasía; seguro que alguna vez preocupado por alguien a quien quieres, has imaginado que le podría suceder algo terrible y tu cuerpo empezó a reaccionar en coherencia: aumentó tu ritmo cardíaco, se alteró tu respiración, tientes congoja y agobio, hasta que te das cuenta que no ha pasado nada y todo lo anterior desaparece.

En nuestro caso, podemos tener un depredador real como un animal que nos amenaza, una coche fuera de control, o un depredador simbólico como puede ser un familiar o un compañero de trabajo que invade nuestro espacio de trabajo o que nos deja quedar mal siempre que puede. En ambos casos, tanto si el peligro es real o simbólico, reaccionamos tal como si estuviésemos a punto de ser devorados, nuestra integridad es amenazada; y es así como a pesar de nuestra “civilización” respondemos igual que una cebra ante un depredador en la sabana africana.

Entonces ¿qué hacer? Lo veremos en la siguiente entrada: Dejar el drama y el sufrimiento
Marcela Gallego Lopera
Psicóloga, Colg. G-05216
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